Amada Congregación: ¡Llegó tu hora!
Despierta a la mañana nueva. Abre tus puertas. Emprende el camino.
No renuncies a tu identidad misionera y profética.
Sé anuncio de un mundo distinto, testimonio creíble
del Evangelio y de la Misericordia.
No tengas miedo a dejar los “odres viejos”. No tengas miedo a cambiar las estructuras,
que ya no responden a lo que Dios y la humanidad te piden para la extensión del Reino.
Conozco tus obras, tu esfuerzo, tu entrega, tu perseverancia;
pero has dejado debilitar tu primer amor.
Vuelve a tu punto de partida, no te conformes con la mediocridad.
Camina apasionada, pobre, libre en el seguimiento del Maestro,
a ejemplo de Francisco y Bernarda.
Aviva el carisma. Don que el Espíritu te ha confiado.
Extiende tu tienda. Mueve tus estacas, amplía tus fronteras de fraternidad y misión.
Cuida el trigo sin perder la paz por la cizaña. Supera tu auto-referencialidad.
Sal a compartir con audacia y esperanza el bien que tienes.
A prisa como María, sin demora, sin miedo.
Vive como centinela del mañana, como testigo que contagia la vitalidad de tu vocación.
¡Así estarás resignificada en tu vida y misión!